¿Cuánto tiempo se dedica a los hijos que sí cumplen con las expectativas de los padres? Seguramente menos tiempo que el que se dedica a los hijos que no las cumplen. No dejes de leer este interesantísimo artículo.
En la mayoría de los casos, los padres solemos dedicar más atención a los hijos que no cumplen con lo que los padres deseamos. En una cultura en la que tradicionalmente nos hemos fijado más en las conductas a corregir que en los aspectos positivos de nuestros hijos, no es raro que los niños que consideramos más problemáticos reciban, en ocasiones, más atención que aquéllos que se conducen de acuerdo a nuestras expectativas. Más atención y más tiempo para ese hijo, incluso hay días en que no nos quitamos su nombre de la boca y le comentamos continuamente frases como: “niño, que estudies, que recojas tu cuarto, come, deja eso, no corras…”.
Pero, ¿qué ocurre con nuestros niños aplicados, tranquilos, que duermen y comen bien y atienden cuando les hablamos?
Sin entrar en si lo que buscan realmente nuestros hijos rebeldes es esa atención que les sirve de gratificación, lo que ocurre en muchas ocasiones es que los hijos menos rebeldes no se sienten tan atendidos y sufren frustración.
No es raro que, como si de una cruzada se tratara, dediquemos nuestro esfuerzo al seguimiento más estrecho (a veces hasta persecución) de nuestros hijos cuando no hacen lo que queremos. Opino que, incluso a veces, los hijos aplicados pasan a un segundo plano, porque son los "buenos" y no requieren tanta atención por nuestra parte.
Pero, no nos engañemos: quizá no requieran corrección, pero sí atención y, sobre todo, oír de nuestras bocas lo orgullosos que estamos de ellos, lo afortunados que somos de tenerlos como hijos y lo felices que nos sentimos por ello. Porque, a veces, podemos olvidar que necesitan escucharlo para no sentirse ignorados, y porque necesitan entender que es así como les vemos y amamos, y no de otra manera.
No hablo de comparaciones, porque esto sólo podría provocar competencia y rivalidad entre los niños, hablo de ser equitativos y deshacernos en elogios y premios, como buenos susurros, lo mismo que nos prodigamos en correcciones, quejas y recomendaciones. Y agradecer a nuestros hijos “buenos” su colaboración y su disposición en el día a día, aunque nos pasemos el 80% del mismo con el nombre del hermano en la boca y en la mente.